Deslogsificarse

Por qué el boomer hispánico es como es y cómo superar su legado

Ortodoxia
7 min readMay 16, 2021

Tranquilismo

Desbarrar contra los baby boomers está muy en boga en las últimas semanas. Siendo los únicos beneficiarios de la época dorada del Estado del Bienestar y siendo un tapón para el ascenso de los que vienen detrás, son una generación realmente antipática para las generaciones posteriores. Personalmente, más allá de algunos tuits de combate, no creo que se les pueda culpar de muchas de las cosas de las que se les acusa porque no tenían por qué saberlas. Es difícil juzgarles individualmente, hicieron lo razonable en una época en la que había posibilidades de ascender socialmente. Igual que hay quien nos toca la lotería geográfica al nacer en un país como España, hay quien a que le toca la lotería temporal y vive su etapa de desarrollo en una época de explosión económica y generosidad europea. Esto hay que aceptarlo como un hecho más de la vida, nada más. Pero hay algo en particular que me saca de mis casillas y es ver como se atribuyen como mérito, talento y capacidad de esfuerzo algo que no fue más que buena suerte mientras escurren el bulto de su dejación de funciones responsabilizando a generaciones posteriores de no tener prospecciones de futuro, generalmente usando aspectos accesorios como haber ido más allá de sus desayunos de postguerra (si no comieseis aguacate ya tendrías para la entrada del piso) y porque en lugar de pasarnos las horas viendo la Primera, ahora nos pasamos las horas con posibilidades infinitas de entretenimiento multimedia. Un contrargumento recurrente es el de que ellos no tuvieron internet con el que poder acceder a toda la sabiduría conocida por el hombre a un clic, obviando que el 99% de internet es porno y reviews falsas de Amazon. El 1% restante cabe en cualquier biblioteca local.

“Con algo de perseverancia y trabajo duro, puede que, cuando tenga 30, haya alcanzado el mismo nivel de educación que el de un alumno de un internado de los 1950s”

Pero si hay algo con lo que me llevan los demonios del cinismo boomer es cuando presumen de la calidad de la educación que recibieron. El boomer refunfuña cada vez que algún periodista usa mal alguna palabra o cae en algún vicio idiomático, la mitad de las columnas de Pérez-Reverte versan sobre políticos iletrados que se aprovechan de una canalla inculta y Federico Jiménez Losantos siempre recurre primero a llamar analfabetos a los políticos jóvenes antes de entrar siquiera en sus ideas o acciones. Cuando uno ve estas cosas directamente sólo puede preguntarse que de alguien tiene que ser la responsabilidad de que mi padre se acuerde del griego que estudió con 10 años y yo no recuerde absolutamente nada de seis años de francés. Alguien tenía que vigilar el corral y fue negligente, alguien dejó la cancela abierta para que se fuesen los maestros y entrasen los pedagogos. Yo era un bebé cuando ellos votaron entusiasmadamente por el PSOE para que aprobase la LOGSE. Y si no votasteis al PSOE tampoco hicisteis lo necesario para pararla. Os la colaron como os colaron otra decena de goles porque sólo habéis entendido lo político como la vía para alcanzar la máxima comodidad individual. Que arda el resto mientras podáis seguir conduciendo vuestro sedán de media gama para ir al Hipercor a comprar ginebra y lo necesario para un piscolabis. ¿Y ahora os quejáis de la falta de mano dura cuando sois la generación que tiene el hedonismo como director ideológico? Cada millennial o zoomer que no sabe quién es Aristóteles es responsabilidad de un boomer. Nosotros somos víctimas de vuestro legado, no responsables.

Pero una vez que hemos terminado de despotricar, hagamos honor al seudónimo de este humilde bloguero, tranquilicémonos e intentemos entender. Hay algo cierto sobre esta generación, la mayoría de ellos tuvieron una infancia precaria y sin muchos caprichos. El niño medio actual recibe en una sola noche de Reyes más juguetes que los que ellos tuvieron durante toda su infancia. Si es que los tuvieron, mi madre me cuenta que sólo tuvo una muñeca de cartón que le regaló un tío mío tras venir de la mili y que se le cayó al río, que todas las noches de Reyes esperaba regalos pero que nunca le dejaron nada o que jugaba con una piedra liada en un trapo como si fuese una muñeca. Además, muchos de ellos dejaron la escuela para ponerse a trabajar desde muy jóvenes, en el caso de mi madre desde los ocho o nueve años. Mi madre dice que fue muy pobre de niña, pero que no pasó hambre porque en el campo estás rodeado de comida (otra cosa es que tú seas propietario de ésta) y que la única espinita que tiene clavada de todo aquello es no haber poder ido a la escuela. Cierta periodista madrileña dirá eso de anécdotas, no, pero la verdad es que una vida como la de mi madre no es para nada anecdótica para aquellos que tenemos nuestros orígenes en el campo andaluz. Todos mis amigos nacieron en la ciudad, pero sus padres tienen biografías similares y todos tenemos nuestro origen en el campo. Sí, el campo, que es como la gente normal y corriente llama a lo que los cursis se refieren con el mundo rural.

Incluso los que tuvieron infancias más privilegiadas, los de aquella tímida clase media del franquismo como es el caso de mi padre, están marcados por la escasez de estímulo intelectual y una educación excesivamente autoritaria, especialmente en lo religioso. Hay algo en lo que, independientemente de la clase y condición, los boomers están de acuerdo, su infancia estuvo marcada por una oferta de modelos vitales muy limitada y donde las clases sociales convivían en contacto directo. No había empresas transnacionales dirigidas por consejos de administración localizados en Nueva York, Londres o Ámsterdam, el patrón estaba en el centro de trabajo y además éste debía su prosperidad a su cercanía con el régimen. Se desarrolla así un fuerte resentimiento en esta generación y de aquí surge el odio a la iniciativa privada y al emprendedor que tanto lastra la economía española en nuestros días en los que cualquier empresario es mirado con sospecha. Y quizás con razón, pero eso es un tema para otro día.

Sin entender lo descrito anteriormente es imposible entender lo que sucedió después con la construcción del estado autonómico y los fondos de cohesión de la Unión Europea. Habiendo tenido una infancia marcada por fuertes desigualdades y por la pobreza, la nueva prosperidad pilló a nuestros boomers como un hambriento pilla un banquete. El ministro Manuel Clavero acuñó aquello del café para todos para referirse al Estado de las Autonomías, pero yo considero que se podría extender para describir la mentalidad del boomer hispánico. Carreras universitarias para todos, autopistas para todos, AVEs para todos, oposiciones para todos, cambios de sexo para todes y un largo etcétera de servicios e infraestructuras que coinciden en que son caras, especiales y particulares. España, sin embargo, las universalizó. Esto no es en sí algo negativo, uno incluso podría decir que es deseable en un mundo ideal, pero es que el problema es aquello que aquel paisano expresó al ver las luces de Nueva York: bueno, ¿y esto quién lo paga? Pues lo pagan las generaciones posteriores, bien con deuda o bien con mediocritización de aquello que es realmente necesario como la educación.

El culto de lo mediocre no es para nada algo novedoso en la historia de España y su origen da para escribir 100 libros, pero experimenta un auge con la generación del Baby Boom. Todo sea por no volver a aquellos tiempos pretéritos donde unos iban al colegio y otros vareaban olivos. No creo que nadie en su sano juicio quiera volver ahí, pero hay que buscar una síntesis entre eso y que todo el mundo sea graduado en filosofía o ingeniería de telecomunicaciones, porque la manera de que eso ocurra es simplemente bajando el nivel. Pero el culto a la mediocridad no sólo afecta a las carreras universitarias, sino que invade toda la esfera pública, siendo el mejor ejemplo de esto nuestras clases académicas, mediáticas y políticas. Llevo unos meses viendo en Youtube programas antiguos de Sánchez Dragó y uno siente cierta vergüenza al ver como ha bajado el nivel intelectual en nuestro país. Nuestro presidente del Gobierno es doctor y no valdría ni para hacerle fotocopias a cualquiera de los intelectuales, políticos y periodistas de hace 20 ó 30 años educados en las universidades del franquismo.

El 15M fue ante todo el funeral del sueño boomer de ascenso social a través de la educación y la abundancia de oportunidades

De nada sirve lamentarse de que generaciones anteriores lo tuviesen más fácil que nosotros para acceder a la compra de una propiedad o tener una pensión numerosa, como digo, no se les puede culpar de no haber dejado escapar oportunidades ni de no predecir el futuro. Como generación son un accidente histórico, no la norma. Yo personalmente les pediría, y esto se lo digo a mis propios padres, que no sean tan cínicos en ciertos asuntos y que entiendan que como generación, que no individualmente, son un dique que bloquea los proyectos vitales de los que venimos detrás. Pero sí hay algo que sí está en nuestras manos y es abandonar este culto a la mediocridad. Platón dice en su descripción de lo que él entiende como educación musical que los hombres justos y virtuosos deben ser educados con el ejemplo de hombres justos y virtuosos, no por las historias de lloricas y alcahuetas. Como ya dije en un artículo anterior, necesitamos líderes y necesitamos individuos que den ejemplo. Gonzalo Fernández de la Mora decía que la historia de España ha variado entre los tiempos de esplendor dirigidos por líderes sublimes y los tiempos de decadencia dirigidos líderes mediocres que exacerbaban a los envidiosos. Aquí vuelvo a traer a colación la LOGSE, esta ley educativa fue la primera en introducir el paradigma de la mediocridad en las aulas españolas. Es imprescindible para superar esta etapa de desasosiego el derribo de toda la arquitectura moral e intelectual que dio nacimiento a dicha ley, es necesario deslogsificarse.

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