Epístola a los meapilas
1. Víctor, siervo de Cristo Jesús, humilde predicador por vocación y no por encomienda divina, a los meapilas que habitáis las redes sociales. Gracias a vosotros, y que el Dios de la paz os guarde. A Él todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.
2. Hermanos, no he sido ajeno a la chanza y la burla que se ha hecho de vosotros de un tiempo a esta parte. Mi ministerio no está investido de autoridad alguna para proporcionaros consuelo o redención, pero que estas palabras mías sean, al menos, abrazo de un hermano que, sin conoceros, comparte un mismo sentir.
Ya advirtió el sabio griego que los poetas no tenían cabida en el Estado recto y sano. Y fue precisamente un poeta quien os sometió a la viralización y os expuso al vilipendio y a la mofa en Twitter.

Os fue extraído un corte de un vídeo en que muy sabiamente alertabais de los peligros del exceso y la concupiscencia. Uno de vosotros, hermanos, expuso con prudencia y acierto que el hombre justo debe poner fin a su beber en el momento en que no sea capaz de distinguir en el hermano el rostro de Dios. Esta admonición, tan sensata y acorde con los preceptos de la Ley que rige la naturaleza humana, fue ridiculizada por hordas de impíos e incrédulos. Los paganos, a quienes la palabra de Dios violenta y perturba, presumen de saberse liberados de ligaduras que a vosotros os atrapan. Y, sin embargo, ¿no diremos que es desventurado aquel que se regodea en su propia desfachatez? ¿No habremos de decir que quienes, ufanos, presumen de poder gozar sin límites, en realidad anegan sus miserias en copas sin fondo?

Sabed que la mayoría de los que se burlaron de vuestra conducta no comprendió en verdad la postura de nuestro hermano. Más bien al contrario, se apresuraron a consideraros dignos de lástima. Bien sé yo, empero, que tan sólo llamabais a celebrar con mesura, a cuidarnos de no acabar por representarnos a un hermano, cuya dignidad fue otorgada por el Creador, como mero instrumento para nuestro placer depravado. ¡Cuán obtusas las mentes de nuestro tiempo, sordas ante las palabras que nos emplazaron a vivir con decoro, como en pleno día! ¡Qué entumecidos los corazones y embotados los juicios que priman el desenfreno a la sensata contención!
3. No ignoro, hermanos, que padecisteis infinidad de tormentos en nombre de Jesucristo nuestro Redentor. En las réplicas al tweet del inmundo literato se cebaron con vosotros los adversarios de nuestra fe. Fuisteis tildados de cursis, de santurrones, de gazmoños, de pacatos — de imbéciles.


Pero no olvidéis, hermanos, que fuisteis enviados como corderos entre lobos. Recordad que fuisteis advertidos de que los gentiles habrían de odiaros por dar testimonio de vuestra fe. ¡Dichosos sois los meapilas, que no quiere decir otra cosa que ser celosos guardianes de los mandatos que son agradables a Dios y por tanto a la naturaleza del hombre!
¿Qué debemos, pues, responder a quienes os injurian? Muchos son los que ridiculizaron vuestra condena de la borrachera; pocos los que entendieron realmente vuestro mensaje. Pero, ¿acaso no es cierto que los jóvenes hemos mancillado no pocas veces nuestros cuerpos en pos de un disfrute ilusorio y pasajero? ¡Y qué tarde acertamos a arrepentimos por haber dejado que el poder corruptor del vicio nos arrastrara! ¿No es menos cierto que todos, creyentes y gentiles, en algún momento hemos desatendido la integridad de un hermano, y que, enaltecidos como lo estábamos por la embriaguez, hemos faltado a su honor con nuestros ardores?
No vaciléis, pues, en vuestras creencias. Quienes os atacan ignoran que, jactándose de ser más libres que vosotros, son en realidad insensatos esclavos del pecado. Jesús nuestro Señor nos libró de la onerosa carga del pecado, pan de muerte y camino de condena. Y quienes deliberadamente se abandonan a sus apetencias sin continencia alguna, creyéndose por ello menos inocentes que vosotros, tan sólo cavan con sus manos su propia tumba. Vosotros, hermanos, os hicisteis esclavos únicamente de Dios. Sois, pues, soberanamente sumisos a Dios, y no habréis de temer la caricatura que de vosotros hacen vuestros enemigos, envanecidos ignorantes que se conducen únicamente por la voluntad de su estómago. No dudéis de que sois más libres que aquellos.
4. Por lo demás, hermanos, os exhorto a que permanezcáis firmes en vuestro apostolado. No desfallezcáis, no titubeéis; seguid ciegos vuestro camino de santidad. Continuad dando ejemplo, y no os acomodéis a la forma de pensar del mundo presente. Antes bien, manteneos fuertes en vuestra fe, y no renunciéis a vuestra doctrina, por muy odiosa que pueda resultar a ojos de los paganos.
En cuanto a mí, estoy persuadido de que ya se está gestando en el tiempo en que os escribo un reavivarse de la sabiduría antigua de los santos. Y cuando estas semillas de gracia germinen y den vigoroso fruto en los corazones que hoy permanecen endurecidos, entonces podréis proclamar vuestra fe con menos pudor y libres de todo temor. Por el momento, regocijaos, alegraos en Dios, sabeos amados por este hermano que os escribe y os alienta, para que así no cejéis en vuestro empeño por conduciros en consonancia con la Ley de Dios.
5. Entretanto, hermanos, os saludo afectuosamente. Saludaos mutuamente y recibid asimismo los saludos de todos quienes con vosotros tienen un mismo sentir, y que os apoyaron en Twitter frente a los que os increpaban. Que la gracia del Señor Jesucristo esté con todos vosotros y que el amor de Dios os traiga la paz ahora y siempre.