Logan

Ya no queda ningún revólver en el valle

Ortodoxia
6 min readAug 29, 2021

La última aventura de Hugh Jackman como Lobezno, el popularísimo personaje de la Marvel, llegó a las salas en 2017 bajo la careta de película “alternativa” dentro de ese mostrenco uniforme que Disney llama Universo Cinematográfico Marvel. Si bien, los estrenos de las películas de superhéroes parecen ser celebrados como los nuevo álbumes de estudio de las mejores bandas del planeta, Logan proponía una vuelta de tuerca a la temática y apariencia de unas películas bastante normalitas en cuanto a tramas y dirección.

Películas planas, amorralladas con humor digerible así como con escenas de acción sobreactuadas que generaban en el espectador repentinamente aficionado al cómic un sentimiento de épica y pertenencia pocas veces visto antes (quizás en Star Wars o El Señor de los Anillos. Por su parte, la película de James Mangold iba a servir también para dar carpetazo a dos perros viejos que ya habían participado en los inicios de los cómics de Marvel como generadores de producciones cinematográficas como fueron el propio Hugh Jackman y Patrick Stewart en el papel del Dr. Xavier.

Logan parecía una apuesta más adulta, más madura, que podía incluso colarse en alguna nominación de la Academia para ese año. Y así ocurrió; la película fue nominada a Mejor Guión Adaptado, pero poco o nada pudo hacer ante la poderosa y llamativa historia de Call Me By Your Name, en un año en el que hasta el mediocre Jordan Peele recibió un galardón y La Forma del Agua volvió a hacer que Guillermo del Toro estafara a un montón de gente mayor y leída.

Entiéndase que Logan no es una “película de Oscar” pero bien es cierto que tanto protagonista como secundario no hubieran estado de más en una posible nominación por sus respectivos papeles. Aun así, hace tiempo que las nominaciones no son certificado de ninguna virtud cinematográfica y las historias de redención y sacrificio bien merecen la pena por sí mismas sin críticos de por medio. La crítica española desguazó esta película, aún sigo sin saber bien porqué, pero el público estuvo lejos de darles la razón.

James Mangold, director y co-guionista, es un señor que parece tener predilección por las historias de hombres derrotados por dentro, y que se entregan a determinados vicios, generalmente el alcohol, para curar su desasosiego (Walk the Line, Cop Land). En este caso, Logan encarna el prototipo perfecto de hombre roto, casi muerto en vida, con tendencias suicidas y alcoholismo severo que sólo se mantiene en pie para cuidar del Dr. Xavier en agradecimiento por todo el amor que le dio desde que se encontraron. Un hombre que carga con un esqueleto de adamantio pero también con la pesadumbre crepuscular de ir encontrando la muerte por degeneración corpórea.

Ambos viven en un cuchitril mexicano junto a un mendigo-cuidador que vela por el Dr cuando Logan sale a trabajar como chófer de una limusina al otro lado de la frontera, en Texas. El camino hasta la salvación se hace esperar, pero esta llegará cuando el propio Logan ahorre lo suficiente para comprar un barco y vivir junto al Dr hasta el fin de sus días, sin que ningún elemento de un mundo que detesta y persigue a los mutantes les moleste.

Y es que, el mundo que habitan parece estar dominado plenamente por una dictadura científica en la que grandes compañías norteamericanas han impuesto su ley: desde proyectos de transhumanismo hasta la libertad total de cultivos transgénicos con los que crear nuevas drogas de consumo que te hacen estar más despierto o verte mejor. Los mutantes ya no tienen lugar en el, puesto que no son necesarios al haber sido los propios humanos normales capaces de superar el significado y utilidad de su existencia.

En la mayoría de historias de los X-Men, incluidas las películas, los mutantes son instrumentos de poder natural y militar, capaces de transformar la materia gracias a sus habilidades, pero que siempre podían formar parte de un bando al tener raciocinio y distinciones morales. Un código ético, que era el principal elemento a desarrollar en la Academia del Dr. Xavier. Pues bien, esta suma de valores queda como innecesaria cuando hay empresas que son capaces de crear humanos con habilidades mutantes carentes de raciocinio, simplemente entrenados en la ira y la rabia contra un enemigo, y por tanto, aptos para su uso militar.

Los mutantes, antes semidioses en la tierra, quedan relegados a una posición de parias que hace que sean cazados, despreciados y usados para generar más mutantes artificiales. Logan vive escondido por vergüenza y desdicha, junto a su maestro, y se avergüenza de su pasado. La sociedad se ha propuesto dejarle en ese lugar, y él lo asume sin más, sin cuestionar su dolor y abandonando las ganas de luchar como sus poderes abandonan su cuerpo.

Hasta que se topa con la Laura su hija no concebida, interpretada por Dafne Keen, sino creada artificialmente y destinada a morir por desarrollar conciencia propia en el laboratorio donde la diseñaron, en definitiva, ganas de vivir en el mundo y no ser una herramienta para destruirlo. Como menciona Logan al hablar sobre su larga vida junto al doctor, ambos son un “error divino” en un país en el que ya no existe la estatua de la libertad.

Los tres se embarcan así en una road movie en la que, como es normal, cada uno de los personajes adopta el rol que le caracteriza en una familia monoparental. El Dr Xavier se encariña con todo su corazón de la pequeña Laura y le enseña a cuidar de su padre, a no ser como el. Logan cuida de su “padre” en una relación en la que el guión parece hacer un alegato sobre la soledad que sufren nuestros mayores en la sociedad contemporánea: de tener encerrado al Dr en una habitación ahora hay que llevarle por baños de gasolineras, acostarle en hoteles y procurar su descanso haciendo las paradas correspondientes. La niña, que entra en contacto por primera vez con el mundo exterior, va entendiendo que hay reglas básicas de convivencia y que no puede hacer lo que le place en cualquier momento, aun así, se protege inocentemente de la degeneración adulta que ya ha contemplado al haber visto como sus compañeros mutantes del laboratorio se suicidaban al ser meras herramientas para un fin, con un valor concreto, y también, por los comportamientos que observa, protegiendo sus ojos con unas gafas de sol, en el hotel de un casino en el que hacen noche.

Antes del desenlace, los cuatro conocen a una familia de pequeños granjeros que les acogen para que el anciano pueda descansar. La típica escena de cena en familia con invitados se torna en un alegato a favor del concepto de hogar y de como cada vez quedan menos por el empuje de la sociedad capitalista para convertir a los individuos en cáscaras destinadas a un fin material. Son los pequeños granjeros, alejados de la urbe como dice el Dr, los que encarnan un hogar tradicional que muestra a Laura lo que es la vida en familia y su base fundamental: el velar unos por los otros.

Quizás, la parte más floja de la película es su desenlace, ya que parece hecho a jirones y algo precipitado, pero al menos deja el buen sabor de boca de mostrar la importancia que tienen los niños y su crianza en el futuro de sus mayores. “Nunca te conviertas en lo que ellos quieren que seas” es la última enseñanza de Logan para su hija, una hija que crecerá rápido y que deberá hacerse un hueco en un mundo hostil sin más contemplaciones que su utilidad en el.

Logan deja así un poso de obra con gran presupuesto, comercial sin duda, pero sin aspavientos ni evidencias en el guión que hacen de ella una película sólida, robusta, que no “envejecerá mal” como dicen de otras en función del color que toque en cada momento, ya que intencionadamente o no, apunta maneras sobre lo que se nos puede venir en un futuro no muy lejano.

La dictadura científica que une a empresas y gobiernos nos puede dejar estampas como la de la creación de niños a la carta o para un uso cívico-militar concreto, siendo este el extremo más controvertido que se muestra, la película también destiñe un mensaje de martirio del hombre moderno solitario, cansado de trabajar para meramente vivir y desubicado por su papel en el mundo: sin hijos, sin padres y sólo la promesa de alcanzar el mar.

Logan no es una película excelente, pero desde luego que está hecha con corazón, algo extraño en una producción así de comercial. Mensajes y subtexto relucen con más o menos acierto, pero queda clara la intención de transmitir que incluso los hombres rotos pueden cuidar de niñas desamparadas. Y es recomendable tenerlo presente en un mundo, el real, que politiza el sufrimiento de pobres criaturas en un país como Afganistán, con proclamas vacías y tuits con posados de una Ministra.

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