Lorenzo y María (I)

Preparativos

Ortodoxia
9 min readDec 14, 2020

Llaves en mano y mochila al hombro, monté en el coche y arranqué con la desidia mañanera que me caracteriza, sin solución posible por mucho que me empeñe, y conduje hacia la piscina.
Desde hace cuatro veranos soy socorrista en la municipal de Aranda de Duero, mi pueblo. Las incertidumbres típicas de los finales del verano pasan más desapercibidas de esta forma. Puedo decir que soy feliz en verano, apático en otoño, depresivo en invierno y optimista en primavera.

Pero los veranos sin orden se hacen eternos. Yo los intento amenizar haciendo largos en una piscina y sentado todo el día bajo una sombrilla. Tengo una excusa para broncearme sin acercarme a la costa. No me malinterpretéis, me gusta el turismo de sol y playa, pero nunca he sido fan de las vacaciones entre amigos destrozando el hígado en un hotel.

Salvavidas en el lido- Joanne Reed

Me gusta beber cerca de mi casa para dormir en mi cama o en la de María.
María suele dormir bastante en verano porque se queda hasta las tantas leyendo o viendo una película. Yo no soy capaz. Quizás es lo que diferencia a los universitarios del turno de mañana de los de turno de tarde, aunque eso va a dejar de importar.

El camino es prácticamente recto por la avenida principal, se llega al Puente de Aranda y luego hacia la estación. Aparqué al lado de Marcos, que retumbaba reggaeton con gafas de sol mientras daba pequeños espasmos en el asiento. Le hice un gesto y me bajé para entrar sin hacer demasiado caso. Mucho ruido en un sitio tan tranquilo. En el vestuario me cambié rápido y salí a la piscina. Eran las 8:30 AM y empecé a nadar.

Cuando ya estaba duchado y seco, me senté en una de las mesas del kiosko y saqué mi termo. Patricia se unió, como todas las mañanas, con un café en un vaso de plástico. Estaba cansada, se le notaba. Por el día llevaba este chiringuito y por las noches trabajaba en la Terraza del Tres.

Tiene treinta y cinco años y la custodia de su sobrina. Su hermana se quedó embarazada con diecisiete y abandonó a la niña para irse a Madrid, supuestamente a buscar una carrera como modelo. Realmente la modelo podría haber sido Patricia. Mantiene un físico excelente simplemente dejándose el ánimo trabajando de camarera. Cuidaba bastante de su piel blanca y cabello, siempre bien tintado. Era casi tan alta como yo en sandalias.

La verdad es que no le cambiaría mis turnos, ni mis tardes asándome en la cama. Cerrar un huracán de niños, adolescentes y padres olvidadizos para irse a poner copas a un bareto quieroynopuedo. Todas las noches aguantando gilipollas.

-L: Hoy no nos vamos a quitar las gafas ninguno de los dos.
-P: Estoy deseando perderte de vista.
-L: Te vas a quedar sola con Marcos y así me lo agradeces.
Me acarició el brazo amistosamente.
-P: Una semanita y cerramos.
-L: Voy a echarlo de menos.
-P: ¡Venga ya!
-L: Otro que se va a Madrid. No me siento tan especial.
-P: ¿Y donde vas a ir si no?
-L: Pues quedan pocos sitios a los que ir a estas alturas, en verdad. Sin empresa familiar ya me dirás qué hago.
-P: Pruébalo. Y si no te gusta siempre vas a tener una casa a la que volver.
-L: ¿Te quieres venir? Sólo somos tres tíos en el piso.
-P: (riendo) Ni de coña.

Marcos seguía bailando de fondo, con su playlist en la megafonía mientras quitaba las separaciones de las calles. La gente empezaría a llegar en quince minutos.

-P: Hoy voy a estar sola. La niña de Rosa se ha ido ya a Barcelona.
-L: ¿Barcelona?
-P: Sí, la mandan a una residencia y se van una semana antes a conocer la ciudad.
-L: Dios mío, ya tiene dieciocho años…

Me quedé inmóvil durante unos segundos, mirando a las arboledas que rodean la piscina.

-P: Tío, que tienes veintidos añitos. No empieces a ponerte melancólico.
-L: Treinta bien vividos son mejor que veinte aburridos.
-P: ¿Ah, que te aburres?
-L: No es eso, pero creo que he perdido bastante tiempo en cosas banales.
-P: ¿Como cuales?
-L: Es la sensación de haber tirado demasiado dinero haciendo el cabra, de que mis padres a mi edad ya tenían un buen empleo…
-P: Nuestros padres vivieron circunstancias muy distintas a las nuestras. Yo he hecho el cabra bastante más que tú y aquí me tienes, sigo vivita y coleando.
-L: Sí, pero tienes una niña y una casa casi pagada. Además estoy seguro de que vas a tener otro bebé con Manu.
-P: Si consigo verle más de un día entero quizás hasta me lo planteo, sí.

La miré con sorpresa. No creía que de verdad quisiera darle una hermana a Carla.

-P: Loren… entre semana veo a mi novio cuando yo llego de madrugada y él se va a trabajar. Es como la canción de Mecano, Cruz de Navajas. Sólo tenemos dos fines de semana al mes para estar juntos y casi nos los ocupa Carla. Aunque parezca que es imposible encontrar la alegría viviendo como yo, la verdad es que soy muy feliz. Todas las piezas de mi vida encajan, a veces mejor, a veces peor, y me dan paz. Tienes, no sé, diez, veinte años por delante para encontrar algo así. Solamente tienes que soportar los golpes.

Marcos continuaba el show. Ver a un tío con sus brazos tatuados y gafas de sol pasadas de moda tan en su salsa hacía difícil no descojonarse.

-P: Oye, dile a María que se venga estos días.
-L:!Gracias! Le va a venir bien.
-P: Gracias a ella por ayudar tanto a la niña.
-L: La llamo en cuanto termine.

Nos dimos un abrazo y me ofreció un cigarro. Lo cogí y me escondí para que el supervisor no me viera.

La mañana pasó entre ruido, voces, música alta y calor. Antes del cambio de turno, Marcos se acercó a mi silla con una lata fría de cerveza. Me la puso en la nuca por sorpresa y casi me caigo del susto. Tampoco había sido una mañana muy proactiva y había empezado a sestear.

-L: Qué haces, cabrón
-M: Destensarte que estás acalorao.
-L: Me cago en todo, qué susto.
-M: Bébetela anda
-L: Pero si está ahí el jefe, va a venir a joder.
-M: Que venga si quiere, he cerrado la infantil por limpieza. Es la última semana.

Abrí la cerveza casi sin inmutarme y brindamos.

-L: ¿Qué tal en Rodrigo?
-M: Bien, bien. A cumplir con la gente.
-L: ¿Cuantos te quedan por correr?
-M: Ahora solo cuatro en pueblos pequeños y a lo mejor me paso por San Sebastián de los Reyes.
-L: ¿Te deja la Cata?
-M: ¿Porqué no iba a dejarme?
-L: Porque tienes un problema con el alcohol y este verano los has corrido borracho.

Me miró inquisitivamente y se sentó en el suelo, a mi lado, para aprovechar la sombrilla.

-L: Coño, que te he visto varias veces. Si en Fuentespina perdiste sólo la zapatilla de milagro.
-M: Loren, quien eres tú para hablar de beber. Te he llevado a casa con la cara asomando por la ventanilla.
-P: Lo raro es que esa noche llegáramos.

Tras unos tragos viendo el panorama, Marcos se levantó del suelo.

-M: ¿Estás seguro de que quieres irte?
-L: Sí.
-M: ¿Qué vas a hacer con María?
-L: ¿Qué pasa, quieres tirarle en cuanto me vaya?
-M: No, gilipollas. Yo estoy bien con Cata. La quiero.
-L: Bueno, vamos a seguir juntos. No vamos a romper una relación de casi cuatro años. Además, me voy a Madrid, no a las Canarias.
-M: Tengo colegas que dijeron lo mismo y acabaron con cuernos. O poniéndolos. Y no tardaron mucho.
-L: ¿Tú nunca has sido infiel?
-M: Yo nunca me he comprometido, pero jamás he estado con más de una a la vez.
-L: Muchas no dicen lo mismo.
-M: Todo puta mentira. Y con Cata van a salir las cosas bien.

Sonreí, porque en el fondo le creía.

M: El viernes comemos todos aquí antes de cerrar. Cata va a venir. Díselo a María.

El turno acabó puntual y volví al coche deseando poner el aire acondicionado. Me encendí un cigarro mientras la cabina se aireaba y llamé a María.

M: Hola guapo.
L: ¿Sigues dormida?
M: Llevo una hora limpiando la casa con mi hermana.
L: Patri te necesita esta semana en el kiosko. Se ha quedado sola.
M: ¿Desde por la mañana?
L: Sí.
M: Bueno, hoy nada de Netflix.
L: Creo que te va a pagar uno o dos euros más la hora de lo normal.
M: Guay, guay.
L: ¿Le confirmo vale? Voy a comer y a descansar. Luego te veo cuando baje el calor.
M: Vale, hoy voy a casa de Mario.
L: Te recojo en coche entonces.
M: Descansa amor.
L: Un beso.

Volví a casa, comí con mi madre y me tumbé en la cama con el ventilador a poco de mi cara. En los últimos días, el calor me estaba aplanando más de lo normal. No estaba muy católico en general y se podría achacar a los nervios por el cambio.
No paraba de darle vueltas al hecho de que mi padre había estado ahorrando en secreto para pagar la matrícula y seis meses de piso en Madrid. Es un sacrificio para el que me veo incapaz si quiero mantener el ritmo de vida que llevo.

No soy un derrochador, pero lo que gano en tres meses se va en un viajecillo con María, ropa, cenas y fiesta. De los brazos de tus padres nunca desconfías, pero sin tenerlos cerca me iba a ser más difícil autogestionarme. Nunca he sabido ahorrar, y mis conocidos tampoco. Todo nuestro influjo acababa en bares de Aranda y otros pueblos de alrededor.

También significaba bastante para mi haber podido viajar con María, aunque fuera en septiembre, durante estos tres veranos. Ella se parece a mí en cuanto a gustos vacacionales y trabaja dando clases de refuerzo de inglés también durante el verano. Cuando yo duermo por la tarde, ella está con sus niños. Después la recojo y cenamos algo o aprovechamos los restos del día, ya sin calor, para pasear por el pinar o por el campo.

Este año no iba a ser así.

El hecho de que pasear por un secarral castellano no se hiciera aburrido decía mucho de lo bien que estábamos. Apenas había silencios, las bromas siempre se renovaban y lo que nos molestaba del otro se hablaba sin complejos. Tras haber terminado Ciencias Políticas, no quiere complicarse y opositará a profesora de secundaria. No ha acabado del todo feliz con la carrera, ni con la gente de su promoción. Cuando la conocí estaba estudiando sola en la biblioteca Francisco Vitoria de la USAL, mientras sus compañeros hablaban y cuchicheaban en una esquina de forma bastante molesta.

Sin haber hablado antes, me pidió que vigilara sus cosas porque tenía que atender una llamada. Se la veía afectada y yo no supe qué responder. A su vuelta, no levantó la mirada de los apuntes en toda la tarde. Parecía que su cuello se había quedado petrificado y sus manos apenas podían sostener el boli. Cuando yo empezaba a bostezar a última hora, vi como una lágrima negra caía sobre su mejilla. Cayeron más y creo que llenó un par de páginas de motas de eyeliner.

Me levanté, me puse a su lado y le pregunté si estaba bien o necesitaba algo. Ella no podía ni hablar. La gente empezó a mirarnos y respondí con una mirada asesina para que volvieran a sus asuntos. Le agarré la mano y le di mi botella de agua. Bebió un pequeño sorbo y me dio las gracias. Me presenté y le pregunté su nombre.

Cuando me miró, su rostro expresaba un dolor crudo pintado como un cuadro de esos que son un chiste pero que la gente dice que disfruta. Le dije que su jersey blanco iba a parecer hecho de un dálmata y se rió un poco, lo que aproveché para convencerla de que recogiera y se fuera a casa.

La acompañé al vestíbulo intentando taparla de la gente. Me ofrecí a quedarme hasta que llegara el bus. Aceptó y le di un cigarro mientras nos sentamos en unas escaleras. Me contó que me conocía de vista por una asignatura mixta que tuvo en primero y que yo le había parecido gracioso exponiendo una práctica de comunicación pública, como si me esforzara en estar dando una rueda de prensa real. Además, también vivía en Aranda.

Yo no me había fijado nunca en ella. Raro. Era una chica guapísima, con la cara redonda y rasgos centroeuropeos. Sus ojos marrones verdosos ciertamente te atrapaban (aunque no fuera un estreno destacable en ese momento) y cuando sonríe en invierno dan ganas de estrujarle los mofletes rojizos por el frío. Hablamos un poco sobre exámenes, salidas y gente en común pero no me atreví a preguntarle qué le había pasado. No correspondía. Cuando llegó el bus nos despedimos y le dije que esperaba verla de nuevo por allí.

Pasamos un mes estudiando juntos muchas tardes, saliendo a fumar a la puerta de los bares en los que coincidíamos y quedando para cenar algo grasiento con resaca. Empezamos a salir en la primavera de segundo curso.

Ahora, yo me voy a Madrid a estudiar un máster, a intentar colocarme en un gran periódico pasando penurias y a hacer felices a mis padres mientras ella se queda en Aranda. En poco más de una semana.

Sign up to discover human stories that deepen your understanding of the world.

Free

Distraction-free reading. No ads.

Organize your knowledge with lists and highlights.

Tell your story. Find your audience.

Membership

Read member-only stories

Support writers you read most

Earn money for your writing

Listen to audio narrations

Read offline with the Medium app

--

--

Ortodoxia
Ortodoxia

Written by Ortodoxia

Magazine cultural y político.

No responses yet

Write a response